Doy inicio a mi blog con un homenaje: a la maravillosa saga Las Crónicas de Narnia, escritas entre 1939 y 1954 por el profesor inglés Clive Staples Lewis. Los cuatro hermanos Pevensie y sus aventuras en el país encantado de Narnia hicieron mi infancia aún más divertida.
El León, la Bruja y el Ropero (1939-1949) es el primer libro escrito y publicado de las siete Crónicas (aunque obedeciendo a la cronología narniana es el segundo), y Lewis lo dedica a su ahijada, Lucy Barfield. En el apogeo de la Segunda Guerra Mundial, y ante los bombardeos de la Luftwaffe sobre Inglaterra, en 1939 el gobierno británico impulsó la Operación Pied Piper, que reubicó casi un millón de niños y niñas lejos de los grandes centros urbanos del país e incluso fuera del Reino Unido. Así, Peter, Susan, Edmund y Lucy Pevensie dejan su Londres natal para vivir en una gran casona Tudor, en plena campiña, propiedad del anciano profesor Kirke. Sin colegio y sin madre cerca, los hermanos hacen y deshacen (siempre como buenos niños), y jugando a las escondidas Lucy, la menor (¡sí, como Lucy Barfield!), encuentra un ropero lleno de abrigos de piel que es el paso fronterizo al país de Narnia, donde habitan solamente criaturas mitológicas y animales con muchas habilidades humanas, y siempre es invierno, pero nunca llega Navidad... Jadis, la Bruja Blanca, se ha autoproclamado soberana del país y como todos los dictadores, es una tirana de lo peor. Al no ser humana, no puede reclamar el trono de manera legítima y lo usurpa hace cien años, siempre temiendo que llegue alguien con derechos reales sobre la corona. De acuerdo con una antigua profecía, "cuando la sangre de Adán y los huesos de Adán se sienten en el trono de Cair Paravel, los malos tiempos habrán sido desterrados para siempre". De ahí que al advertir la presencia de humanos en Narnia, la Bruja ponga en marcha todo su ejército para evitar que la profecía se cumpla, para lo que cuenta con un aliado... Edmund Pevensie. Sin embargo, la Bruja tiene su némesis: Aslan, el hijo del Rey-Más-Allá-Del-Mar, un león maravilloso que ayudará a los niños Pevensie y a los habitantes de Narnia a acabar con el mal.
En el contexto de la Segunda Guerra Mundial, la Bruja fácilmente puede ser la representación guapa y civil de Hitler. En cambio, el buen Aslan es más bien un Mesías. La política no es lo suyo, sino la acción, la ayuda, la justicia y la libertad. Humildemente, él no trepida en sacrificarse por el bien de la comunidad ni en participar en la refriega, mientras que la Bruja, como buena tirana, tiene su máximo enemigo en el pueblo narniano, que junto a los humanos y el león, son imposibles de derrotar. Y, ahora que soy adulta, pienso que Lewis, con esta espectacular historia, intenta proteger a Lucy Barfield (Pevensie) de la horrible etapa histórica en la que le tocó nacer.
Y esta maravillosa historia es la primera piedra de mi Librotería. Cometí el error de prestarlo... y nunca más lo recuperé. Les dejo la imagen de aquella edición, cuyas ilustraciones (las originales, de Pauline Baynes) son indudablemente más bellas de la que se publicó como marketing para la película de 2005.
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